domingo, 3 de mayo de 2020

EL PROBLEMA NACIONAL EN NUESTRO PROGRAMA - LENIN

En el proyecto de programa del Partido reivindicamos la república gobernada conforme a una constitución democrática que asegure, entre otras cosas, el “reconocimiento del derecho de autodeterminación para todas las naciones que integran el Estado”. A muchos les ha parecido poco clara esta reivindicación programática, y en el núm. 33, al referirnos al Manifiesto de los Socialdemócratas Armenios, explicamos del siguiente modo el significado de este punto. La socialdemocracia luchará en todo momento contra cualquier intento de influir desde fuera sobre la autodeterminación nacional, ya sea por medio de la violencia como de cualquier injusticia. Ahora bien, el reconocimiento incondicional de la lucha por la libre determinación en modo alguno nos obliga a apoyar cualquier demanda de autodeterminación nacional. La socialdemocracia, como partido del proletariado, se plantea la tarea positiva y fundamental de cooperar a la autodeterminación del proletariado de cada nación, y no a la de pueblos y naciones como tales. Nosotros debemos tender, siempre y de un modo incondicional, a lograr la unión más estrecha entre los proletarios de todas las naciones, y tan sólo en casos aislados y a título de excepción podemos presentar y apoyar con energía reivindicaciones tendentes a constituir un nuevo Estado de clases o a sustituir la plena unidad política del Estado por una unidad federativa, más débil, etc.

Tal interpretación de nuestro programa en lo tocante a la cuestión nacional provocó una enérgica protesta del Partido Socialista Polaco (PSP)1. En el artículo Actitud de la socialdemocracia de Rusia ante el problema nacional ( Przedświt2, marzo de 1903), el PSP se muestra indignado de tan “asombrosa” interpretación y de cuán “nebulosa” es nuestra “enigmática” autodeterminación, acusándonos de doctrinarios y de adictos a la concepción “ anarquista” de que el “obrero no muestra interés por nada que no sea la destrucción total del capitalismo, ya que el idioma, la nación, la cultura, etc., no son más que invenciones burguesas” , etc. Merece la pena que nos detengamos a examinar con todo detalle esta argumentación, en la que aparecen casi todos los malentendidos sobre la cuestión nacional, tan habituales y tan difundidos entre los socialistas.

¿Por qué resulta tan “asombrosa” nuestra interpretación? ¿Por qué se la considera una desviación del sentido “literal”? ¿Será posible que el reconocimiento del derecho de las naciones a la libre determinación exija que se apoye cualquier demanda de autodeterminación de cualquier nación? El reconocimiento del derecho de todos los ciudadanos a unirse en asociaciones libres no nos obliga en absoluto a los socialdemócratas a apoyar la formación de toda nueva asociación ni nos impide pronunciarnos y realizar una labor de agitación en contra de la idea de constituir una nueva asociación que no sea conveniente ni razonable. Reconocemos incluso el derecho de los jesuitas a realizar libremente una labor de agitación, pero luchamos (no al modo policíaco, claro está) contra la unión de los jesuitas y los proletarios. Por eso, cuando Przedświt dice: “si esa reivindicación de la libre autodeterminación debe ser entendida literalmente (y tal es el significado que hasta ahora le hemos atribuido), nos daríamos por satisfechos”, resulta evidente que quien se aparta del sentido literal del programa es precisamente el PSP. Desde un punto de vista formal, lo ilógico de su deducción no ofrece dudas.

Pero no queremos limitarnos a una comprobación formal de nuestra interpretación. Planteemos también expresamente el fondo de la cuestión: ¿Debe la socialdemocracia exigir siempre y sin condiciones la independencia nacional o sólo en determinadas condiciones? Y ¿en cuáles concretamente? El PSP siempre ha resuelto esta cuestión a favor del reconocimiento incondicional, por lo que no nos extraña en absoluto su ternura para con los socialistas-revolucionarios rusos, que exigen un régimen político federativo y se pronuncian en pro del “reconocimiento pleno e incondicional del derecho de autodeterminación nacional” (Revoliutsiónnaya Rossía, núm. 18, artículo El sojuzgamiento nacional y el socialismo revolucionario). Por desgracia, no se trata más que de una de esas frases democráticas burguesas que muestran por milésima vez la verdadera naturaleza del llamado partido de los llamados socialistas-revolucionarios. Al morder el anzuelo de esas frases y al dejarse seducir por todo ese alboroto, el PSP muestra a su vez lo poco ligado que está en su conciencia teórica y en su actividad política con la lucha de clase del proletariado. Y nosotros debemos supeditar la reivindicación de la autodeterminación nacional justamente a los intereses de esa lucha. Y ésa es la condición que establece la diferencia entre nuestro planteamiento de la cuestión nacional y el planteamiento democrático burgués. El demócrata burgués (y también el oportunista socialista de nuestros días, que sigue sus pasos) se imagina que la democracia suprime la lucha de clases, y por eso plantea todas sus reivindicaciones políticas en forma abstracta, superficial, “incondicional”, desde el punto de vista de los intereses de “todo el pueblo” o incluso desde el punto de vista del eterno principio absoluto de la moral. Los socialdemócratas desenmascaran implacablemente esa ilusión burguesa, y lo hacen siempre y en todas partes, lo mismo si está expresada en una filosofía idealista abstracta que en el planteamiento de la reivindicación incondicional de la independencia nacional.

En el caso de que aún sea preciso demostrar que los marxistas no pueden reconocer la reivindicación de independencia nacional más que en forma condicionada y precisamente en virtud de la condición arriba expuesta, citaremos las palabras de un autor que defendía desde un punto de vista marxista la reclamación de los proletarios polacos de que se concediera la independencia a Polonia. En 1896, Karl Kautsky escribía en su artículo Finis Poloniae?*: “En cuanto el proletariado polaco se dedique a la cuestión polaca, no podrá dejar de pronunciarse a favor de la independencia de Polonia. Por eso, no puede menos de aplaudir cualquier paso que se dé ya ahora en esa dirección siempre y cuando dicho paso sea compatible con los intereses de clase del proletariado internacional en lucha.

“En todo caso -sigue diciendo Kautsky-, es preciso hacer esta salvedad. La independencia nacional no está tan íntimamente ligada a los intereses de clase del proletariado en lucha como para que haya que tender a ella de un modo incondicional y en todas las circunstancias**. Marx y Engels defendieron con extraordinaria energía la unificación y la liberación de Italia; pero eso no impidió que en 1859 se pronunciaron contra la alianza de Italia con Napoleón” (Neue Zeit3, XIV, 2, S. 520).

Ya lo ven ustedes: Kautsky rechaza de plano la reivindicación incondicional de la independencia de las naciones y exige categóricamente que el problema se plantee no sólo en el terreno de la historia en general, sino precisamente en el de clase. Y si examinamos cómo planteaban la cuestión polaca Marx y Engels, veremos que también lo hacían de esa mismísima manera desde el primer momento. La Neue Rheinische Zeitung4;dedicó mucho espacio a la cuestión polaca y reclamaba con energía no sólo la independencia de Polonia, sino también la guerra de Alemania con Rusia por la libertad de Polonia. Sin embargo, en aquella misma época, Marx atacó a Ruge, quien se había pronunciado a favor de la libertad de Polonia en el Parlamento de Francfort5, dando a la cuestión polaca una solución basada exclusivamente en frases democráticas burguesas sobre la “vergonzosa injusticia” y sin hacer el menor análisis histórico. Marx no era uno de esos pedantes y filisteos de la revolución que, en los momentos revolucionarios de la historia, lo que más temen de todo es la “polémica”. Se burlaba con sarcasmo implacable del “humanitario” ciudadano Ruge, mostrándole en el ejemplo de la opresión del Sur de Francia por el Norte que no toda opresión nacional despierta siempre un anhelo de independencia legítimo desde el punto de vista de la democracia y del proletariado. Marx hacía referencia a las particulares condiciones sociales por las que “Polonia había llegado a ser una parte revolucionaria de Rusia, Austria y Prusia... Incluso la nobleza polaca, que en parte se asentaba todavía en bases feudales, se había adherido con un espíritu de abnegación sin igual a la revolución agraria democrática. Polonia era ya un foco de la democracia europea cuando Alemania vegetaba aún en la más vulgar ideología constitucional y pomposamente filosófica... Mientras nosotros (los alemanes) ayudemos a oprimir a Polonia, mientras tengamos atada una parte de Polonia a Alemania seguiremos atados nosotros mismos a Rusia y a la política rusa y no podremos liberarnos radicalmente en nuestro país del absolutismo patriarcal-feudal. La creación de una Polonia democrática es la primera condición para crear una Alemania democrática”.

Hemos citado con tanta amplitud estas manifestaciones porque muestran a las claras en qué condiciones históricas plasmó entre la socialdemocracia internacional ese planteamiento de la cuestión polaca que ha persistido durante casi toda la segunda mitad del siglo XIX. No fijarse en el cambio que desde entonces han experimentado las condiciones y defender las viejas soluciones del marxismo equivale a permanecer fieles a la letra de la doctrina, pero no a su espíritu, significa repetir de memoria las antiguas conclusiones sin saber aprovechar los métodos de investigación marxista para analizar la nueva situación política. La época de entonces, época de los últimos movimientos revolucionarios burgueses, y la época actual, época de atroz reacción y de máxima tensión de todas las fuerzas en vísperas de la revolución proletaria, se distinguen del modo más evidente. Entonces era revolucionaria Polonia en su totalidad y no sólo el campesinado, sino también la nobleza en masa. Las tradiciones de la lucha por la liberación nacional eran tan fuertes y tan profundas que los mejores hijos de Polonia, después de haber sido derrotados en su patria, iban a todas partes a prestar apoyo a las clases revolucionarias. El recuerdo de Dombrowski y Wróblewski se halla indisolublemente ligado al más grande movimiento proletario del siglo XIX, a la última insurrección (confiamos en que haya sido la última infructuosa) de los obreros de París. Entonces era realmente imposible el pleno triunfo de la democracia en Europa si no se restauraba la independencia de Polonia. Entonces Polonia era realmente el baluarte de la civilización frente al zarismo, el destacamento avanzado de la democracia. Ahora las clases gobernantes de Polonia, la nobleza de Alemania y Austria y los peces gordos de la industria y las finanzas de Rusia son partidarios de las clases gobernantes de los países que oprimen a Polonia, mientras que el proletariado alemán y el ruso luchan por su emancipación a la par que el proletariado polaco, que ha recogido heroicamente las grandes tradiciones de la vieja Polonia revolucionaria. Ahora los representantes avanzados del marxismo en el vecino país, que están atentos al desarrollo político de Europa y llenos de simpatía por la heroica lucha de los polacos, reconocen, sin embargo, expresamente que “Petersburgo es hoy un centro revolucionario mucho más importante que Varsovia y que el movimiento revolucionario ruso tiene ya mucha más importancia internacional que el polaco”. Así hablaba Kautsky en 1896, al defender que era natural suponer que en el programa de los socialdemócratas polacos figurase la reivindicación de restablecer la independencia de Polonia. Y en 1902, al estudiar la evolución del problema polaco desde 1848 hasta nuestros días, Mehring llegó a la siguiente conclusión: “Si al proletariado polaco se le ocurriera inscribir en su bandera el restablecimiento del Estado clasista polaco, del que ni oír hablar quieren las propias clases dominantes, representaría un sainete histórico. Las clases poseedoras suelen correr esta clase de aventuras (como fue el caso de la nobleza polaca en 1791), pero la clase obrera no puede caer tan bajo. Si esta utopía reaccionaria es sacada a la luz del día para que los sectores de la intelectualidad y de la pequeña burguesía, entre los cuales aún encuentra cierto eco la agitación nacional, se sientan atraídos por la agitación proletaria, merece ser condenada por partida doble como manifestación de ese infame oportunismo que sacrifica los intereses cardinales de la clase obrera en aras de efímeros e insignificantes éxitos de poco precio.

“Estos intereses imponen a rajatabla a los obreros polacos de los tres Estados que se han repartido a Polonia la necesidad de luchar hombro a hombro y sin ninguna reserva al lado de sus hermanos de clase. Pasaron los tiempos en que de la revolución burguesa podía nacer una Polonia libre; en la actualidad, el resurgimiento de Polonia sólo es posible con la revolución social, cuando el proletariado contemporáneo rompa sus cadenas.”

Suscribimos por entero esta conclusión de Mehring. Advertimos sólo que tal conclusión sigue siendo intachable aun en el caso de que no vayamos en nuestros argumentos tan lejos como Mehring. No cabe duda de que el estado actual de la cuestión polaca difiere radicalmente del de hace cincuenta años. Pero no puede considerarse eterno tal estado. Tampoco cabe duda de que el antagonismo de clase ha relegado muy a segundo plano los problemas nacionales; pero no se puede afirmar de un modo rotundo, sin correr peligro de caer en el doctrinarismo, que no pueda aparecer por cierto tiempo en el proscenio del drama político tal o cual problema nacional. Ni cabe duda alguna de que es muy poco probable el restablecimiento de Polonia antes de la caída del capitalismo, pero no se puede afirmar la imposibilidad absoluta de que, en determinada concurrencia de circunstancias, la burguesía polaca pueda mostrarse partidaria de la independencia, etc. En este sentido, la socialdemocracia rusa tampoco se ata las manos, ni mucho menos. Al plantear en su programa el reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación, lo hace teniendo en cuenta todas las combinaciones posibles y aun todas las imaginables. Este programa en modo alguno excluye la posibilidad de que el proletariado polaco haga suya la consigna de una república polaca libre e independiente, aun cuando sea ínfima la probabilidad de que esto pueda realizarse antes del socialismo. Este programa sólo exige que el partido socialista de verdad no corrompa la conciencia proletaria, no vele la lucha de clases, no seduzca a la clase obrera con frases democráticas burguesas, no vulnere la unidad de la actual lucha política del proletariado. En esta condición, la única bajo la cual admitimos la autodeterminación, es justamente donde reside la esencia del problema. En vano se esfuerza el PSP en presentar las cosas como si lo qué le separa de los socialdemócratas rusos o alemanes es que éstos niegan el derecho a la autodeterminación, el derecho a aspirar a una república libre e independiente. No es esto lo que nos impide considerar al PSP un auténtico partido obrero socialdemócrata, sino la tendencia que manifiesta a olvidar el punto de vista de clase, a velarlo con su chovinismo6, así como la ruptura de la unidad en la actual lucha política. He aquí, por ejemplo, el habitual planteamiento de la cuestión por el PSP: “... arrancando Polonia al zarismo, nosotros sólo podemos debilitarlo; son los camaradas rusos los que tienen que derribarlo”. O bien “al ser suprimida la autocracia, nosotros determinaríamos simplemente nuestro destino, separándonos de Rusia”. Vean ustedes a qué monstruosas conclusiones lleva esta monstruosa lógica, aun desde el punto de vista de la reivindicación programática del restablecimiento de la independencia de Polonia. Como quiera que una de las posibles consecuencias (pero no cabe duda de que bajo el dominio de la burguesía, no seguras del todo) de la evolución democrática es la reconstitución de Polonia, el proletariado polaco no debe luchar al lado del proletariado ruso por el derrocamiento del zarismo, sino “sólo” por el debilitamiento de éste mediante la separación de Polonia. Como quiera que el zarismo ruso va reforzando su alianza con la burguesía y los gobiernos de Alemania, Austria, etc., el proletariado polaco tiene que debilitar la suya con el proletariado ruso, alemán, etc., a cuyo lado lucha ahora contra una misma opresión. Esto no es otra cosa que sacrificar los más acuciantes intereses del proletariado a una interpretación democrática burguesa de la independencia nacional. La desintegración de Rusia, a la que aspira el PSP en contraste con nuestro objetivo de derrocar la autocracia, es y será una frase sin sentido mientras el desarrollo económico vaya cohesionando más y más las distintas partes de un todo político y mientras la burguesía de todos los países se vaya agrupando cada vez más estrechamente frente a su enemigo común, el proletariado, y en defensa de su común aliado, el zar. En cambio, la desintegración de las fuerzas del proletariado, que gime ahora bajo el yugo de esa misma autocracia, es una triste realidad, es una consecuencia directa del error del PSP, de su postración ante las fórmulas democráticas burguesas. Para cerrar los ojos ante esa desintegración del proletariado, el PSP tiene que caer en el chovinismo y exponer, por ejemplo, las concepciones de los socialdemócratas rusos en los siguientes términos: “Nosotros (los polacos) debemos esperar hasta que llegue la revolución social y, mientras tanto, soportar pacientemente la opresión nacional”. Esto es una flagrante falsedad. Los socialdemócratas rusos jamás han aconsejado tal cosa; al contrario, ellos mismos luchan y exhortan a todo el proletariado ruso a luchar contra cualquier opresión nacional en Rusia; ellos proponen en su programa no sólo la plena igualdad de derechos para los idiomas, las naciones, etc., sino también el reconocimiento del derecho de cada nación a ser dueña de sus destinos. Y si nosotros, al reconocer ese derecho, supeditamos a los intereses de la lucha proletaria nuestro apoyo a la reivindicación de la independencia nacional, sólo un chovinista puede explicar nuestra posición por la desconfianza que otras nacionalidades inspiran a los rusos, pues en realidad tal posición debe desprenderse por fuerza de la desconfianza que la burguesía inspira al proletario consciente. El PSP considera que el problema nacional se reduce a la siguiente contraposición: “nosotros” (los polacos) y “ellos” (los alemanes, los rusos, etc.). Pero los socialdemócratas destacan en primer plano esta otra contraposición: “nosotros”, los proletarios, y “ellos”, la burguesía. “Nosotros” -los proletarios- hemos visto muchísimas veces cómo la burguesía traiciona los intereses de la libertad, de la patria, del idioma y de la nación cada vez que se alza ante ella el proletariado revolucionario. Hemos visto cómo la burguesía francesa se entregaba a los prusianos en el momento de mayor opresión y humillación de la nación francesa, cómo el Gobierno de Defensa Nacional7 se convertía en el Gobierno de la traición al pueblo, cómo la burguesía de una nación oprimida recababa la ayuda de los soldados de la nación opresora para aplastar a sus compatriotas proletarios, que se habían atrevido a tender la mano hacia el poder. Por eso, y sin que nos inmuten lo más mínimo los despropósitos chovinistas y oportunistas, siempre diremos a los obreros polacos: sólo la alianza más completa y más estrecha con el proletariado ruso puede dar satisfacción a las exigencias de la actual lucha política contra la autocracia, sólo esa alianza es capaz de asegurar la plena emancipación política y económica.

Lo que acabamos de decir de la cuestión polaca puede aplicarse íntegramente a cualquier problema nacional. La maldita historia de la autocracia nos ha dejado en herencia una terrible desunión de las clases obreras de los distintos pueblos oprimidos por esa autocracia. Semejante desunión constituye un mal gravísimo y un obstáculo tremendo para la lucha contra la autocracia, por lo que no debemos perpetuar ese mal ni canonizar esa iniquidad con ningún “principio” de independencia orgánica o de “federación” de partidos. Lo más simple y fácil es, naturalmente, seguir la línea de menor resistencia y acomodarse cada cual en su rincón, ateniéndose a la regla de “eso no va conmigo”, como quiere hacerlo ahora el Bund. Cuando mejor comprendamos lo necesaria que es la unidad, cuanto más firme sea nuestro convencimiento de que la ofensiva general contra la autocracia es imposible sin una unidad completa, cuanto más resalte la necesidad de que, dado el régimen político de nuestro país, exista una organización centralizada de lucha, tanto menos inclinados nos sentiremos a conformarnos con una solución “simple” del problema, pero que es tan sólo una solución aparente y, en realidad, profundamente falsa. Si no se comprende cuán nociva es la desunión, si no se quiere acabar a toda costa y de manera radical con esa desunión en el campo del partido proletario, tampoco harán falta las hojas de parra de la “federación” , de nada servirá abordar la solución de un problema que en el fondo no quiere resolver una de las “partes” , mejor será dejar que las enseñanzas proporcionadas por la experiencia de la vida y por el movimiento real convenzan de la necesidad del centralismo para asegurar el éxito de la lucha de los proletarios de cualquier pueblo oprimido por la autocracia, contra esa misma autocracia y contra la burguesía internacional, cada vez más unida.

“Iskra”, num. 44, 15 de julio de 1903

Tomado de: Lenin, V. I. Obras Completas, tomo 7. Moscú: Editorial Progreso, 1981. Pp. 248 - 258

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*El fin de Polonia? -Ed.
**La cursiva es nuestra.

1Partido Socialista Polaco (PSP) (Polska Partia Socjalistyczna): partido nacionalista reformista, fundado en 1892.
2Przedswit (El Amanecer): revista política; un grupo de socialistas polacos inicio su publicación en 1881. Desde 1900 hasta 1905 fue órgano teórico y de discusión del PSP. En 1907 reapareció la revista y se editó, con algunas interrupciones, hasta 1920.
3Die Neue Zeit (Tiempo Nuevo): revista teórica del Partido Socialdemócrata Alemán que apareció en Stuttgart de 1883 a 1923. Hasta octubre de 1917 la dirigió K. Kautsky y luego, H. Cunow. Engels ayudó con sus consejos a la Redacción de la revista y la criticó a menudo por apartarse del marxismo. A partir de la segunda mitad de la década del 90, después de la muerte de Engels, la revista empezó a publicar sistemáticamente artículos de los revisionistas.
4Neue Rheinische Zeitung (Nueva Gaceta del Rin): diario, salió diariamente en Colonia bajo la redacción de C. Marx desde el 1 de junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849. Los editoriales, que fijaban la postura del periódico en los problemas de mayor importancia de la revolución alemana y europea, solían estar escritos por Marx y Engels. El Gobierno lo perseguía por su combativo internacionalismo y por la aparición en sus páginas de denuncias políticas dirigidas contra el Gobierno prusiano y las autoridades locales de Colonia. El destierro de Marx de Prusia y la represión de que se hizo objeto a otros redactores del diario motivaron el cese de su aparición.
5Parlamento de Frankfurt: Asamblea .Nacional de toda Alemania; fue convocada después de la revolución de marzo de 1848 en Alemania. El principal objetivo de la Asamblea era liquidar el fraccionamiento político y preparar una Constitución para toda Alemania. No obstante, debido a la cobardía y las vacilaciones de la mayoría liberal, a la indecisión e inconsecuencia del ala izquierda pequeñoburguesa, la Asamblea temió adueñarse del poder supremo y no supo adoptar una posición decisiva en los problemas fundamentales de la revolución alemana de 1848-1849. Nada hizo por aliviar la situación de los obreros y campesinos, no ayudo al movimiento de liberación nacional de los polacos y los checos y ratifico la política de opresión que aplicaban Austria y Prusia con respecto a los pueblos sojuzgados. La Asamblea no se decidió a movilizar al pueblo para rechazar la ofensiva contrarrevolucionaria y defender la Constitución del Imperio que había elaborado en marzo de 1849. En junio de 1849 la Asamblea fue disuelta.
6Chovinismo, predica del exclusivismo nacional, contraposición de los intereses de una nación a los de las otras, exacerbación de la enemistad y el odio nacionales.
7Así se denominó el Gobierno burgués formado en Francia en 1870 después de haber sido hecho prisionero Napoleón III por los prusianos. Cuando el poder paso a la Comuna de Paris el Gobierno de Defensa Nacional entablo negociaciones con Bismarck y valiéndose de sus tropas acabo con la Comuna.