viernes, 25 de junio de 2021

UNA OBSERVACIÓN SOBRE EL ESTADO DE ÁNIMO DE LA JUVENTUD COLOMBIANA

Las protestas más grandes de Colombia, quizás después del Bogotazo, están finalizando su segundo mes. De manera sorpresiva tanto para el Estado y sus entes de represión policiales, militares y paramilitares, como para los socialdemócratas que han querido diezmarlas a través de "diálogos" y llamamientos, las luchas callejeras en las principales ciudades del país continúan.

La dureza, intensidad y duración no son una coincidencia sino que son el reflejo de la crisis social y económica de Colombia que son, a su vez, producto inevitable de las profundas contradicciones del capitalismo que ningún gobierno, bajo este sistema económico, puede resolver.

Tampoco es una coincidencia que sean los jóvenes quienes, en su mayoría, estén llevando a cuestas todo el peso de la lucha, pues el capitalismo mismo les ha robado toda esperanza de un futuro mejor. Ellos ya no ven sentido alguno en el derramar tanto sudor para seguir viviendo bajo estas precarias condiciones. Pero sería un error si tomamos a la juventud como un todo homogéneo, sin contradicciones, sin diferencias de clases.

Por un lado, están los universitarios que componen una capa gruesa de esa juventud en las calles y que pertenecen principalmente a la pequeña burguesía que tiende cada vez más a la proletarización.

Por otro, tenemos a los jóvenes trabajadores de barrios populares que tienen trabajo de forma más o menos regular, que deben pasar sus días trabajando de sol a sol para poder sobrevivir.

Y por último, están los jóvenes que no tienen trabajo, que se criaron y viven en las calles, muchos de ellos ni siquiera tienen vínculos familiares o no, al menos, sólidos y cayeron por desgracia en las garras de las drogas.

No hace entrar en el detalle de que también hay jóvenes que están en un vaivén entre estas tres categorías, cada una de las cuales tienen su propio estado de ánimo frente a los acontecimientos.

El grupo de la pequeña burguesía, a medida que pasa el tiempo y aumenta la violencia estatal, se sumerge en su propio mar de lágrimas y lamentos; una estela de pesimismo los cubre, de allí que se empiece a hacer más visible el alza en los casos de depresión, la falta de resistencia, la total desmoralización, el deseo incesante de escapar de su realidad y salir de Colombia, depositando todas sus ilusiones en los países imperialistas.

El grupo de los trabajadores, en cambio, no sólo no tienen tiempo sino tampoco el lujo de entrar en depresión y cada tarde esperan con ánimo, esperanza y alegría la finalización de su dura jornada laboral para asistir con entusiasmo a la batalla campal. Lejos de dejarse amilanar por los golpes recibidos y los compañeros asesinados, llevan sus heridas de combate con honor, gritan orgullosamente y no olvidan los nombres de los por siempre ausente.

Finalmente, los lumpen cuyo enrolamiento en la lucha es asombroso e inesperado y nunca visto antes en el país, cosa que refleja también cómo el movimiento ha tomado dimensiones descomunales. Por supuesto, si bien es verdad que están dejando toda su energía en las calles, también es cierto que su situación de lumpen los convierte en objeto fácil de ser utilizado por la reacción, especialmente, bajo circunstancias en las que la pequeña burguesía les teme, los desprecia y les escupe, y en las que los trabajadores aún no son lo suficientemente fuerte y organizados para orientarlos.

Una lección dada de estas protestas es que las organizaciones pequeñoburguesas de izquierda compuestas en su gran mayoría por universitarios, no son capaces de liderar un movimiento de masas populares y trabajadoras, es más, por el contrario, ellos se quedan detrás del movimiento espontáneo, inmóviles como zánganos esperando a que las capas más bajas de la sociedad quiten todas las piedras del camino mientras los miran por encima de sus hombros y señalan los errores que entre su mundo supuestamente "limpiecito" también se presentan de manera constante y aguda.

Su nivel de actividad se está diluyendo poco a poco, los grupos de estudio, culturales, barriales sufren su absentismo donde los individuos que los componen se hunden en sus problemas personales olvidando que éstos son un reflejo de las maldades de la sociedad capitalista y que no hay manera de salir de ellos salvo luchar.

A modo de autocrítica, nuestro colectivo también está sufriendo las consecuencias de la enfermedad pequeñoburguesa. Las condiciones materiales de Colombia claman por la necesidad de formar organizaciones compuestas por los trabajadores de vanguardia y los elementos más avanzados de la pequeña burguesía y la intelectualidad.

Escrito por: Violeta Roja